A modo de brevísimo recuerdo histórico: de dónde venimos.
Cuando nuestra Constitución declaró la salud como un derecho, la universalización de la sanidad convirtió a los Servicios de Urgencias Hospitalarios, desde iniciados los años 80, en el número uno de los comentarios y juicios de la opinión pública pese a los Ambulatorios ya existentes y a la creación de los nuevos Centros de Salud. Únicamente el anuncio de un trasplante novedoso, epidemia notable como el Aceite Tóxico, Virus de la Inmunodeficiencia Humana o Nueva Gripe A H1N1 les han eclipsado de tan preferente lugar, pese a que mucho tuvieron que ver en su asistencia y resolución.
En los años setenta, al inicio de mi carrera cómo médico, la Urgencia de los hospitales era patrimonio de los “servicios madre” con 5 grandes puertas bien diferenciadas: Medicina, Cirugía, Traumatología, Obstetricia-Ginecología y Pediatría. Cada uno de ellos organizaba su guardia externa e interna.
La dependencia orgánica y funcional de los hospitales era múltiple: Seguridad Social, Clínicos Universitarios, Diputaciones Provinciales, Fundaciones o Cruz Roja; en todos aquellos que tuviesen acreditada la docencia de post grado su “puerta de urgencia” estaba atendida por MIR de los diversos años de la especialidad correspondiente. Los Médicos Adjuntos eran solo consultores.
Con la llegada de la nueva Constitución, la creación del INSALUD en 1979, la mayor industrialización, los flujos migratorios y la creación de ciudades dormitorios, la falta de planificación de recursos sanitarios etc. aparecen las listas de espera. La Urgencia se convierte en el tercer escalón de la asistencia ante las demoras en las consultas de Primaria, Especializada o pruebas de imagen. En consecuencia se produjo la masificación de los Servicios de Urgencia.